Pérdida de un ser querido I


Me cuesta tanto aceptar que te hayas ido

La pérdida de un ser querido ocasiona uno de los dolores más desgarradores que pueda experimentar un ser humano. Y por lo general, sorprende, porque por muy deteriorado que hubiese estado el fallecido, el amor que se le tiene dificulta en extremo ver la posibilidad de un desenlace fatal.

-       Amar y saber, todo junto no puede ser. 

En parte por la sorpresa del evento o por las exigencias de los rituales del velorio y enterramiento, los niveles de tristeza no son tan elevados inmediatamente a la pérdida;   más bien aparece ira en forma de reclamos al fallecido por haberse ido y abandonar al doliente.

Pero en días posteriores aparece una verdadera avalancha de recuerdos que se remontan a los inicios del vínculo afectivo con ese ser amado que físicamente ya no está. Se magnifican los aspectos positivos, se les resta valor a los negativos, y se instala un dolor inmenso ante el cual el individuo se defiende negando transitoriamente la pérdida al punto de que, estando perfectamente despierto, llega a sentir que todo es un mal sueño que desaparecerá al despertarse, lo cual evidentemente no ocurre.

Aparecen sentimiento de culpa por supuestas faltas cometidas con el fallecido, así como desinterés por actividades de la vida cotidiana incluso por aquellas que antes eran muy significativas.

Con el transcurso de los meses ocurre una paulatina reconexión con la vida diaria y el dolor va aliviándose hasta que se puede recordar al ser querido sin sufrimiento, incluso hasta con la alegría y el cariño que acompañaron los momentos vividos juntos.

Lo anterior es una descripción aproximada de un duelo normal, pero existen desviaciones que intensifican o alargan innecesariamente el dolor y pueden conducir a enfermedades tanto mentales como físicas. Dentro de estas se encuentra el no aceptar la realidad de la pérdida, lo que puede acompañarse de realizar las actividades de la vida diaria como si nada hubiese ocurrido y hablar del fallecido como si estuviera vivo. La negación disminuye el dolor, pero impide que se elabore el duelo en todas sus fases por lo que no se llega a la resolución de este.

-       Si rodeamos el dolor, siempre permaneceremos en él. Si queremos superarlo no valen atajos: hay que atravesarlo.

A veces el doliente confunde el necesario llanto ante la pérdida, hablar de la misma o buscar ayuda con debilidad, y al no llorar o hablar su dolor no lo drena, lo cual, por lo general tiene repercusiones posteriores en la salud física y mental.

-       Sufrimiento que no se expresa en llanto lo hará con síntomas.

-       Quien calladamente arde, más se quema.

-       Compartir el duelo alivia el sufrimiento.

Otros pretenden encontrar alivio mediante el consumo de sustancias, lo que conduce a la adquisición de adicciones que agregan un problema de gran magnitud al duelo no resuelto.

-       Hay quien huyendo del machete se mete en la vaina.

-       Hay quien por salir de Guatemala se mete en "Guatepeor".

Una desviación frecuente es quedar anclado en el dolor de la pérdida con la convicción de que dejar de sufrir o darse placeres que antes se compartían con el difunto es un irrespeto a este, lo cual, por lo general, se acompaña de procederes que reactivan constantemente el sufrimiento y mantienen el duelo en su fase aguda como son: tener la casa llena de fotos, ir constantemente al cementerio, mantener el cuarto y pertenencias del fallecido como este las dejó el día de su muerte o como le gustaba que estuvieran. Desde esta posición, a veces se pretende que otros dolientes que ya elaboraron su duelo y se reconectaron con la vida, continúen sufriendo.

-       Lo que ahoga no es caer al río, sino mantenerse sumergido en él.

También, con gran frecuencia, el doliente se flagela insistentemente pensando en faltas cometidas con el fallecido, muchas realmente ocurridas, pero sobrevaloradas, dentro de las que se encuentran tratos no adecuados o el haber deseado que falleciera para que dejara de sufrir.

-       Lo que pasó no puede dejar de haber pasado.

-       A lo hecho, pecho. 

CONSIDERACIONES FINALES

La pérdida de un ser querido es un dolor desgarrador que suele sorprender. Inicialmente, la tristeza se mezcla con ira hacia el fallecido, pero luego una avalancha de recuerdos intensifica el dolor, llevando a la negación y sentimientos de culpa. Con el tiempo, la reconexión con la vida diaria alivia el dolor. Sin embargo, desviaciones como no aceptar la realidad, evitar expresar el dolor, y buscar alivio en sustancias pueden prolongar e intensificar el sufrimiento, afectando la salud. Quedarse anclado en el dolor y la autocrítica excesiva también complican el proceso de duelo.

Entradas relacionadas: Pérdida de un ser querido II.

Página principal - Inglés - Portugués - Francés - Setswana 

Pérdida de un ser querido I. Por Arturo José Sánchez Hernández (Rapula)

Conéctate conmigo en línea:

Facebook: https://www.facebook.com/ajsh70

Bubok Page: https://www.bubok.es/autores/rapula

Group 1: https://www.facebook.com/groups/ValoresVida

Group 2: https://www.facebook.com/groups/consejosparaenamorar

Twitter: https://twitter.com/asanchez700908

E.mail: asanchez700908@gmail.com

Telegram: https://t.me/ajsh70

***~~~***

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Index

Sufrimiento I